Manifiesto de solidaridad con las víctimas del atentado de París
Unidos contra la barbarie, por el diálogo entre culturas y religiones
El pasado 13 de noviembre, el pueblo de París vivió uno de los más cruentos atentados de su historia. La sinrazón y la crueldad cegaron la vida de 132 personas. Los bárbaros asesinos han tratado de cubrir con un manto de miedo no sólo al pueblo de París, sino a todos aquellos ciudadanos del mundo que jamás claudicaremos ante la intolerancia, ante la imposición y ante el odio.
Nosotros, las entidades firmantes del presente manifiesto, deseamos expresar nuestra más profunda solidaridad con las víctimas, heridos y con el pueblo francés en estas horas difíciles. Nuestro corazón está ahora en París. Ningún grupo terrorista, en nombre de ninguna ideología, podrá doblegar el Estado de Derecho, ni podrá poner en cuestión el marco de libertades democráticas que es seña de identidad de Europa.
Denunciamos igualmente la instrumentación que el Estado Islámico está haciendo del islam. No están legitimados para hablar en nombre de la comunidad musulmana aquéllos que se inmolan en nombre de Alá, pues el islam es una religión de Paz. No caigamos en el error, pues, de criminalizar a una religión por los bárbaros actos de unos criminales que tratan de doblegar los más altos valores de convivencia de los que nos hemos dotado. Son asesinos, nada más. Seamos también conscientes de que los musulmanes son también víctimas de la utilización interesada de un grupo de asesinos que quieren fracturar nuestro modelo social de entendimiento y concordia.
No culpabilicemos a una religión, no hagamos de la islamofobia nuestra válvula de escape de esa rabia que nos corroe porque no encuentra justificación a aquello que jamás la tendrá, porque jamás una idea valdrá más que una vida.
Desde aquí, hacemos un llamamiento a la unidad a toda la sociedad civil en un doble sentido. Por un lado para seguir generando espacios de encuentro y convivencia entre culturas y religiones, que siempre nos han enriquecido; y por otro lado, para mantenernos firmes en el combate frente al terrorismo desde las defensa de nuestros valores democráticos No nos dejemos llevar por el por el odio para restringirnos y restringir las libertades públicas que tanto tiempo nos ha costado conquistar.
El pasado día 13, Europa sentía en su corazón el efecto de la barbarie, pero no podemos negar la evidencia de que la violencia del Estado Islámico lleva ya demasiado tiempo derramando sangre sin que desde las autoridades mundiales se hayan adoptado las medidas adecuadas que este momento histórico precisa. Son ya muchas las miles de víctimas de la intolerancia que han muerto más allá de nuestra frontera de manos del Estado Islámico, la inmensa mayoría de ellas musulmanas, sin que hayamos abierto los ojos ante la cruda realidad. Por ello, y porque el valor de una vida humana tiene el mismo valor allá donde esté, tenemos que condenar con la misma fuerza todos los atentados que esta sinrazón provoque, sea en París, Beirut, Bagdad o Túnez.
Ante un desafío a la esencia de los valores de la humanidad comparable con el desafío frente al nazismo, la Humanidad tiene que dar un ejemplo de unidad. No es ésta una guerra entre religiones o culturas; es una lucha entre civilización o barbarie.
La misma Europa que tiene en las cicatrices de su historia las consecuencias del odio y el totalitarismo debe de erigirse ahora a la vanguardia de una iniciativa internacional que dé una respuesta acorde y proporcionada ante la amenaza que se impone. Pero todo ello, sin olvidar la esencia de los valores que nos identifican a nosotros los europeos, el respeto al otro, la libertad, la igualdad y la justicia.
Hoy nos convoca aquí el rendir homenaje a las 132 víctimas del atentado terrorista de París, pero nuestro recuerdo y homenaje ha de extenderse también a todas las víctimas de la intolerancia y la sinrazón.
Renovamos hoy, pues, nuestro compromiso con la libertad, con la convivencia entre cultura, con el respeto ante lo diverso. Que nadie nos robe la esencia de lo que somos, la riqueza de nuestro multiculturalismo, aquello que realmente nos hace reivindicarnos como europeos.